Opinión

El Filósofo de Güémez / Tener sexo sí puedo

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Taylor Swift afirma: “Si tienes la suerte de ser diferente… no cambies nunca” sé tú mismo, sé auténtico, goza tu unicidad.

DIOS hizo a cada ser humano diferente, para que viva su vida a plenitud, para que deje el aroma personal en su tarea, para que saboree al máximo, a su estilo y a su tiempo, la enriquecedora experiencia de vivir, “sabiendo que todo esta por descubrir, si lo entiendes como el último día que te toca vivir” haciendo que cada día valga la pena.

El Filósofo de Güémez tiene tres vertientes: La visión política, la visión espiritual y la visión del humor; ésta se divide en frases y anécdotas. La anécdota, es un género muy representativo del humor del mexicano, que refleja la agudeza mental, la perspicacia, la gracia, la viveza, la intuición; es un testimonio histórico incuestionable que sirve para conocer el ingenio de un personaje.

La anécdota, –como manifestación del humor– nos auxilia para recrear y convivir con la “mágica mismidad” y el espíritu de un personaje; nos ayuda a interpretar su temperamento, carácter, actitud, a adentrarnos en los entretelones de su personalidad; resume su lado humano, reflejan la capacidad de impronta inmediatez y el sentido de vida.

Las anécdotas del Filósofo de Güémez, las voy enriqueciendo con las historias que leo, oigo, que me cuentan; cuando están llenas de gracia, buen sentido del humor, obviedad y sentido común, se las aplico al campesino de allá mesmo.

Entiendo que para que gusten las historias y las anécdotas contadas en voz del Filósofo, deben de ser: coloquiales, breves, claras, cortas, sencillas, sustanciosas, con un final inesperado; en la medida de lo posible, evito recargarlas de palabras innecesarias y rimbombantes, las alejo del lenguaje rebuscado, que resta eficacia al sucedido y abruman innecesariamente.

La anécdota está a medio camino entre la historia, la realidad y el mundo simbólico del humor, una retroalimenta a la otra, para dejar una metáfora profunda, que llama a gozar del privilegio de tener un propósito de vida.

La tarea de hilvanar anécdotas para el Filósofo, me lleva al encuentro con cientos de personajes, que con desaforado ingenio y su natural sabiduría, llenan de gracia y colorido la cultura popular.

En el encuentro con cada personaje, requiero tener los ojos del espíritu abiertos, estar preparado para cualquier “gorra” y listo para sentarme en una silla vieja o en un desvencijado sillón de palma, para con la experiencia que les dan los años, recorrer los entresijos de los caminos de la vida.

En cada anécdota trato de expresar el sentido de obviedad, que he aprendido de los cientos de personajes que enriquecen nuestra cultura popular, con mi sabor provinciano y aparente ingenuidad, busco día a día conquistar a cada lector, haciendo gala de un humorismo involuntario; pero la repetición y la frecuencia de la gracia de las anécdotas, desenmascaran mi honesta fe humorística.

El Filósofo de Güémez ha trascendido allende las fronteras, gracias a su exquisito genio, ingenio y fino sentido del humor –reflejo fiel de los hombres de campo de la región− lo que me lleva a tener los sentidos despiertos para como su cronista, ir día a día, entresacando anécdotas de las pláticas con los viejos, de los libros, de los periódicos, de los programas de radio, Tv, Internet y de cualesquier lugar que abunde el ingenio, que el mexicano desparrama a raudales, para ponerlos en boca del Filósofo y luego en sus manos.

Diariamente trabajo en un personaje que continúe en el gusto del colectivo social, que no agravie, que agrade, que no se mantenga inmóvil; mi pensamiento va a enriquecerlo, el camino me lleva a renovar al Filósofo, partiendo del principio básico de que “la vida es cambio”, trabajo para no estancarme, para renovarme y cumplir sus expectativas amable lector.

Resulta que “el Filósofo de Güémez caminaba tranquilamente por el boulevard, cuando se le acerca una mujer que ejerce el oficio más antiguo del mundo y encarándolo le dice:

— ¡Eh, abuelo!… ¿Por qué no probamos?

— No, hija, ¡Ya no puedo!
— ¡¡Anímate!! –insiste la prostituta– date una caladita.

El Filósofo, duda un poco, pero finalmente acepta, se dirigen a un motel y en la habitación funciona como un tigre, como un joven de 25 años: ¡le hace dos veces el sexo… y sin descanso!
— ¡Puuufff!, –dice la mujer de la vida galante ¡¡¡Pues no me decías que ya no podías!!!
— ¡Aah!, tener sexo sí puedo… ¡¡¡LO QUE YA NO PUEDO ES PAGAR!!!”

filosofo2006@prodigy.net.mx

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