Hay una historia que me encanta: “Un sacerdote y un rabino fueron a ver una pelea de box. En eso uno de los boxeadores se persignó antes de entrar al ring. Entonces el rabino le preguntó al sacerdote:
— ¿Para qué sirve tal gesto?
— Para nada, –contestó el sacerdote–…. ¡Si no sabe pelear!”
La formidable moraleja, se aplica al pie de la letra en las elecciones pasadas, de poco sirve que un puñado de candidatos hayan recibido la confianza ciudadana, con una copiosa votación en las urnas, si no saben ejercer adecuadamente el oficio político para bien gobernar.
Nikita Jrushchov afirmó: “Los políticos son iguales en todas partes. Prometen construir un puente… incluso donde no hay río.” A los ganadores, les toca ahora cumplir las promesas generadas en campaña.
En éstas elecciones por vez primera se presentó al electorado, como resultado de la reforma político-electoral del 2014, la figura de candidaturas independientes, que llegaron para quedarse y enriquecer el abanico de opciones a elegir en nuestras contiendas políticas.
Las candidaturas independientes, por una parte son un buen logro político; por otra, un punto de quiebre positivo en nuestra transición democrática, que refleja nítidamente una severa desconfianza ciudadana en las elites partidocráticas y finalmente simboliza el inicio del empoderamiento político del ciudadano.
En las contiendas del domingo pasado, resultaron triunfadores varios candidatos independientes, que lograron como en el 2000, con el arribo de la transición democrática, que se hiciera historia, al vigorizar nuestra democracia.
Destaca el triunfo en Nuevo León de Jaime Rodríguez, “El Bronco”, que se convierte en el primer candidato independiente que gobernará un Estado, que con su avasalladora e inobjetable victoria, –como a Vicente Fox en el 2000–, le da un amplio margen de maniobra y una incalculable legitimidad política.
En las elecciones del domingo pasado, en Nuevo León, Jaime Rodríguez a) “El Bronco” se convirtió en un fenómeno político, con su triunfo abrumador como Candidato Independiente, replantea la visión de la política mexicana dejando dos lecciones:
1.- Habla del hartazgo ciudadano hacia una partidocracia –que goza de mucho poder… pero de escasa representatividad social– que obliga a los partidos, a hacer un replanteamiento en sus tareas, una seria revisión de su trabajo, y
2.- Al revolucionar y vitalizar las instituciones electorales, sienta un excelente precedente en nuestra democracia.
El triunfo de “El Bronco”, refleja el descontento ciudadano contra la partidocracia mexicana y nos deja la reflexión de que es necesario que nuestros actores políticos frente al inmovilismo, en muchas tareas gubernamentales, promuevan la reconciliación política, el acuerdo y el consenso.
Mientras en otros países se avanza exitosamente en beneficio de la población, a pasos agigantados en la generación de empleos, el combate a la pobreza, la competitividad y el desarrollo, porque sus políticos han tenido el talante y el talento de trabajar en hacer Patria, aquí pierden el tiempo en denostarse públicamente unos a otros y en luchas fratricidas… que nada resuelven. Ya es tiempo que la inteligencia y el sentido de patria, que los políticos nos regatean, rinda homenaje a la nación, desde la solidaridad que anida en la reconciliación y el acuerdo.
Los mexicanos aspiramos a que nuestros políticos trabajen de la mano, para construir una transición democrática exitosa, que dé resultados en los hogares, en hacer eficaz el voto, pasando del sufragio efectivo… ¡a la democracia efectiva!
Queremos una generación de políticos que rebase, con mucho, las expectativas que generaron en campaña y hagan crecer a su lado la esperanza de que… ¡vamos por buen camino!
A propósito, el Filósofo de Güémez afirma:
“Hay políticos que son como los nogales… ¡NO DEJAN CRECER NADA BAJO SU SOMBRA!”
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