Opinión

Cosecha de Tormentas

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La desatención familiar y social a la que se enfrentan millones de familias en México es abrumadora, la madre y el padre salen a trabajar para buscar alimento y sustento.

En esta búsqueda de ingreso invierten entre 8 y 12 horas por día, dejando a su prole a cargo de las o los hermanos mayores, quienes a su corta edad, no tienen los conocimientos para lidiar con la responsabilidad otorgada, y sin experiencia ni madurez se angustian al ver que las y los hermanos menores no responden a sus pueriles indicaciones.

Con la presión y miedo de entregar cuentas a quienes depositaron su confianza en ellos, recurren a medidas desesperadas para “disciplinar” a las y los infantes a su cargo, esto implica: maltrato físico, verbal, psicológico y emocional.

A menudo también sienten deseo de salir a jugar y distraerse, así que deciden dejar encerrados a los menores que les han confiado. Los cuidadores y los cuidados no ven que sus necesidades sean cubiertas.

En la medida que nuestra madre y padre nos ayudaron o fallaron en satisfacer nuestras necesidades de afecto siendo apenas infantes, empezamos a formarnos emocionalmente. Esto establece vínculos determinantes con las personas que nos rodean en el presente.

Las personas sentimos afecto o la falta de él, desde que estamos en el vientre. Registramos todas las emociones maternas y desde ahí hasta los 6 o 7 años, el trato que nos brinden determinará nuestro carácter.

Desde la infancia sentimos la amenaza de perder afecto de nuestra madre y padre si no acatamos sus indicaciones, es decir, desde muy temprana edad aprendemos a amarnos y apreciarnos o a rechazarnos y renunciar a nosotros mismos: “hacemos lo posible para cumplir con las expectativas de nuestra madre y padre.

Muchas veces esas personas están alimentadas de frustración o patrones deteriorados que nos convierten en víctimas o victimarios de abuso emocional a temprana edad”.

El asesinato del niño, Christopher Raymundo Márquez, quien se encontraba afuera de su casa cuando las y los adolescentes que lo asesinaron lo invitaron a “jugar” y a juntar leña para después estrangularlo, apuñalarlo, lapidar e inhumar, arrancarle cachetes y ojos atrapó la atención de la ciudadanía.

Saber de este asesinato, la forma en la que se cometió y las personas que lo hicieron fue lo que sacudió a la sociedad mexicana.

Leer y escuchar que los menores de edad declararon que “jugaban” al secuestro cuando asesinaron a Christopher fue escalofriante.

Las reacciones fueron múltiples.

En el fraccionamiento “Laderas de San Guillermo”, las familias se organizaban para reunir firmas y expulsar a la madre y padre de los menores infractores aunque la pareja ya se había marchado de aquel lugar por temor a las amenazas recibidas.
La madre de Christopher puso la denuncia.

Pero, ¿dónde quedaron las alertas que enviaban quienes asesinaron a Cristopher?

Las acciones de estos infantes y adolescentes fueron constantes, es decir, rompían vidrios, quemaban casas con animales dentro, uno de ellos quiso estrangular a su hermano menor, una de las niñas había sido expulsada de la escuela por golpear infantes que la acosaban.

Las y los vecinos habían notado el comportamiento disfuncional de la familia.
¿Por qué nadie brindó apoyo psicológico y social a las y los menores infractores y a sus familias antes de cometer la barbarie?

Los artículos que contiene la ley para la protección de los derechos humanos de niñas, niños y adolescentes del estado mexicano mencionan que: la prevención y atención de estas personas deberán ser consideradas por todas las instituciones públicas o privadas.
Las niñas y niños mexicanos deberán desarrollarse de forma integral: Conjunto de acciones que deben realizar el Estado, la Familia y la Sociedad a favor de niñas, niños y adolescentes que se encuentren en condiciones de desventaja social, física o mental y que tienen por objeto garantizar el ejercicio de sus derechos, satisfacer sus necesidades básicas y propiciar su desarrollo biopsicosocial.
También estipula, que se deben aplicar acciones de prevención para evitar el deterioro de las condiciones de vida de las niñas, niños y adolescentes, así como las situaciones que pongan en riesgo su supervivencia y desarrollo.
Deberán recibir asistencia social: modificar y mejorar las circunstancias de carácter social que impidan al individuo su desarrollo integral, así como la protección física, mental y social de personas en estado de necesidad, desprotección o desventaja física y mental, hasta lograr su incorporación a una vida plena y productiva.

En los artículos de dicha ley también se menciona que se les otorgará atención Integral: Conjunto de acciones que deben realizar los Órganos Locales de Gobierno, familia y sociedad a favor de las niñas, niños y adolescentes para propiciar su desarrollo integral y garantizar sus derechos.

La ley también contempla a las organizaciones sociales y privadas para que realicen acciones a favor de las niñas, niños y adolescentes.

-¿Por qué lo estipulado en los artículos de dicha ley, no se aplica con eficiencia y eficacia?-

Mientras los ingresos de las familias de escasos recursos sigan siendo de sueldo mínimo y tengan que dedicar la mayor parte de su tiempo a trabajar, aunque esto represente descuidar a su descendencia, las familias no lograrán el anhelado bienestar, mientras las familias sigan sin recibir asesoría familiar para aminorar la disfuncionalidad, difícilmente entregarán a la sociedad mujeres y hombres con valores, mientras su desarrollo continúe dándose en “mini casas” que propician hacinamiento y una inadecuada interacción familiar, las cosas no cambiarán.

Mientras las familias no cuenten con las herramientas necesarias para desarrollarse en un ambiente sano, física, mental, emocional y económicamente, las familias mexicanas seguirán en el círculo vicioso de la violencia y la disfuncionalidad.

Nuevamente las instituciones le fallaron a Cristopher, a sus infantes y adolescentes asesinos.

Mientras la ley para la protección de los derechos humanos de niñas, niños y adolescentes del estado mexicano no se cumpla íntegramente, el estado y las familias mexicanas seguirán cosechando tormentas.
veronicacruzfrias@hotmail.com

 

 

 

 

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