Cada temporada vacacional, los gobiernos en turno lanzan campañas para invitar al turismo a disfrutar los destinos que ofrece Tamaulipas, acompañadas por los habituales recordatorios de seguridad.
Esta vez, no es distinto. Desde Ciudad Victoria, el secretario de Turismo, Benjamín Hernández Rodríguez, hizo un llamado a las y los visitantes a respetar la señalética, las banderas de advertencia y las instrucciones de las autoridades para tener una experiencia segura en playas y puntos turísticos.
Se aplaude la intención. La presencia de 90 guardavidas distribuidos en el litoral tamaulipeco es una acción necesaria, pero no suficiente. El Estado debe estar presente, sí, pero no debe cargar con la narrativa paternalista de que es el gran protector omnipresente que evitará cualquier tragedia. La corresponsabilidad debe recaer también en los visitantes, sin disfrazar la omisión institucional como si todo se tratara de voluntad ciudadana.
La seguridad en vacaciones no debe reducirse a colocar banderas de colores. El operativo anunciado por el gobierno de Américo Villarreal Anaya, en coordinación con los tres niveles de gobierno, tiene como propósito reforzar la vigilancia en carreteras y destinos turísticos. Es correcto, pero resulta tibio si no se acompaña de un sistema de monitoreo efectivo, personal suficiente, infraestructura adecuada y políticas públicas claras de sostenibilidad ambiental.
El exhorto del secretario a no tirar basura y cuidar el entorno no es nuevo. La diferencia estaría en que el discurso venga también acompañado de medidas firmes: vigilancia ecológica, multas, o una campaña permanente que eduque, no solo que “recomiende”. No basta con pedirle al visitante que no arroje colillas o que no beba antes de meterse al mar. Hay que exigir, legislar y ejecutar.
En este contexto, la iniciativa de explicar el significado de las banderas —negra, roja, amarilla, azul y verde— es acertada. Pero aún falta. Falta que todos los cuerpos de seguridad estén realmente capacitados en atención turística y primeros auxilios, que las zonas recreativas tengan una infraestructura segura, y que el turismo sea inclusivo y ordenado.
El turismo en Tamaulipas necesita más que exhortos. Requiere profesionalismo, inversión constante y decisiones valientes. Porque aunque los discursos institucionales insistan en la idea de “un retorno seguro a casa”, la seguridad se construye con hechos, no con comunicados.
En la intimidad… Concluyó con éxito la participación de Tampico en “Punto México”, un escaparate turístico nacional impulsado desde la Secretaría de Turismo federal. La presencia del municipio en este programa no fue un acto decorativo: fue una vitrina importante para el emprendimiento local y una oportunidad real de posicionamiento.
Mónica Villarreal Anaya, presidenta municipal de Tampico, encabezó esta iniciativa con un enfoque claro: llevar el nombre de la ciudad, sus productos y su cultura más allá del sur de Tamaulipas. Y lo logró. Desde las tortas de la barda, hasta bebidas populares como el ‘Tampico-Madero’, la “Huapilla” y el Escuis de Hierro, los sabores y colores de la ciudad se presentaron ante un público diverso, compuesto por medios de comunicación, promotores turísticos, agencias de viajes y visitantes curiosos.
Esta participación trasciende el acto protocolario. Es una apuesta por darle espacio y proyección a quienes muchas veces operan en silencio: los productores, artesanos y comerciantes locales. Punto México se convirtió así en una plataforma para la identidad tampiqueña, no solo como destino, sino como comunidad viva, creativa y resistente.
El agradecimiento expresado por la alcaldesa al gobernador Américo Villarreal y a la Secretaría de Turismo federal no es menor. En este tipo de eventos se juega el capital simbólico de las ciudades, pero también el futuro económico de muchos emprendedores. Apostarle a eso, es una decisión que sí vale la pena destacar.
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